
Las diferentes clases del pueblo de las hadas siempre han adoptado formas, tamaños y apariencias variables, desde una leve figurilla del tamaño de un dedo meñique, hasta un viejo robusto del tamaño de un bebé. Los Sidhe, la clase alta de Irlanda y las Highlands escosesas, y los Tylwyth Teg de Gales pueden parecer altos como la proyección de una sombra -algunos dicen que alcanzan los dos metros- y poseen una belleza sin par, acorde con el miedo que infunden. Los elfos escandinavos, y las tentadoras mujeres de los lagos y los bosques, poseen la talla de un humano, ideal para relacionarse con los mortales. Pueden parecerse a las lánguidas doncellas medievales, de los pintores prerrafaelistas, que suelen aparecer recostadas sobre una roca o alrededor de los árboles, sin apenas vestiduras y acechando a algún caballero a quien hechizar.
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